Mi experiencia en el Proyecto

Tuve la suerte de convivir con una mujer maravillosa, Tina González. Una tejedora profesional con 50 años de experiencia en tejidos. Su bisabuela tejía, su abuela tejía, su madre tejía, ella teje, su hija teje menos, no sé si sus nietas tejerán. Honestamente, no lo creo. A medida que avanzamos en el milenio veo que la tradición se va transformando, que existen nuevas profesiones para las jóvenes mujeres. Pero será el tiempo a darnos esa respuesta.
Conviví con Tina una semana. Me invitó a su casa en pleno centro de San Pedro La Laguna. Desde el momento de mi llegada, ella me hizo sentir como en mi casa. Tanta hospitalidad, tanto cariño, me llenó de paz, me regresó de romplón a lo esencial.
Vivo en un mundo muy estimulante, demasiado tal vez, lleno de retos y quimeras, en el cual sufro un desgaste diario. Mi piel sufre, mi cuerpo deja de caminar, mi mente va a velocidades inimaginables.
Tina me reformateó. En de la rutina diaria, que comienza desde muy temprano (5:00am) no dejó que me perdiera ni un solo amanecer en el lago. Que yo recuerde, el ultimo amanecer que había visto fué antes de irme a dormir. Allá, lo primero es llevar el maíz al molino para luego hacer las tortillas. Con Tina todo es un ritual, muy femenino, todo tiene un ritmo. Plac, plac, plac, agüita, plac, plac, al comal. Una, dos , siete, cincuenta tortillas. ¡Desayuno! fríjolitos con queso fresco y por supuesto tortillas. Café bien ralo con azúcar, música en la radio.
El sol de las 8:00am invade el corredor de la casa. "Thelma, vamos a tejer" dice Tina con esa voz templada y dulce. Me encanta cuando dice mi nombre. Es una cosa muy extraña pero no me gusta que las personas me llamen por mi nombre. Siempre tengo sobre nombres con las personas más intímas. Pero con ella, con ella es diferente, dice mi nombre y mi nombre suena a dulzura, a paz.
Ocho, cuatro, tres, ocho, cuatro, tres, tiene que contar los hilos, uno para abajo, otro para arriba y lanzadera. Un proceso sistemático como un mantra, una meditación. Estas obligada a ser muy conciente de cada paso. Si por un momento te distraes puede que todo salga mal y tienes que deshacerlo y repetir todo de nuevo. Ocho, cuatro, tres, ocho, cuatro, tres, el tiempo fué pasando, entre tardes de tejido y compras en el mercado, entre risas y lágrimas. Nos contamos cosas, nació el amor. Un amor de amigas, de almas que se re-encontraron.